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MELINDA WATS (Fan de Robert Redford. EE.UU. Década de los 80).

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La obsesión patológica por gustar a Robert Redford condujo a la ruina física y económica a esta joven, antes bien parecida. De origen humilde y recursos escasos, endeudó a su familia hasta dejarla en la street, para someterse a todo tipo de operaciones de cirugía estética en clínicas “Everything to hundred” (“Todo a cien”). Ante el poco entusiasmo mostrado por el actor al verla el día en que fueron presentados, abandonó el club de fans y se enroló en el de Marty Feldman (el jorobado Igor de El jovencito Frankenstein), donde alcanzó la presidencia.

FAMILIA DE CERDOS DESESTRUCTURADA. Orusco de Tajuña. España, 1956)

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Era costumbre en algunos pueblos de aquellos apestosos años, que el ayuntamiento soltara por las calles un cerdo adolescente al que los vecinos alimentaban en las puertas de sus casas. Cuando llegaba la época de la matanza, el cochino, bien hermoso, se sorteaba entre el vecindario y al que le tocaba ya tenía carne para todo el año. Era “El lechón de San Antón”. El de Orusco de Tajuña, una mañana se coló en la finca privada del Jefe Local del Movimiento y, confundiendo libertad con libertinaje, violó a Chona, una cerda con pedigrí. De aquel encuentro nació el pequeño Rope, aquí en brazos de su madre. Puesto el hecho en conocimiento del cura párroco y del alcalde, el lechón de Orusco fue excomulgado e intercambiado con el de Valdaracete.

ALDONÇA (Gallina traumatizada. Suroeste de Portugal. Mayo, 1897).

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Siendo pollita, el gallo del corral quiso abusar sexualmente de ella, causándola un trauma del que fue recuperándose en primera instancia (aunque no en segunda, como se verá a continuación), gracias a la ayuda sicológica de una abuela clueca. Creció sin llamar la atención del gallinero hasta que puso su primer huevo. Al romperse en el nido y ver que tenía la yema blanca y la clara amarilla, sus compañeras temieron que el granjero la diese por inútil y acabara con su vida. Para evitarlo, en un acto de solidaridad sin precedentes entre gallinas, todas las noches la sustituían los huevos heterodoxos por buenos. Sin embargo, nada pudieron hacer por ella cuando la anomalía se amplió y Aldonça empezó a poner huevos de codorniz.

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